¿Por qué para algunos ciudadanos los jardines públicos solo representan un lugar donde llevar a sus perros para hacer sus necesidades? Bien sea sueltos -correteando por entre las plantas- o atándolos con su correa, ciertos barceloneses inician cada mañana su rutina por los parques de la ciudad cumpliendo con lo que consideran una obligación para con sus canes.

¿Los perros han tomado los parques de tu ciudad?
Hoy quiero ejercer mi derecho a pataleta, aunque no por ello pierdo la esperanza de que sirva para algo. Como jardinero, a cargo de algunas zonas verdes de la ciudad, vengo observando, desde hace mucho, comportamientos a mi juicio poco considerados con el espacio público y en consecuencia con el resto de usuarios.
Siempre es posible por desgracia la mala utilización de los parques y jardines urbanos por parte de elementos incívicos, no voy a poner ahora por eso el grito en el cielo. Ya se sabe que siempre ha existido y existirá gente con escasos valores. No se trata ya de señalar a aquellos que abandonan los excrementos de sus mascotas entre las plantas o incluso en las “sagradas” zonas infantiles. A esos ya los doy sencillamente por perdidos, aunque me acuerde de ellos con relativa frecuencia.Seguro que tal actitud la tienen allí y en cualquier otra parte a excepción espero que de sus propias casas. Pero… ¿qué pasa con los que sin llegar a tanto causan igualmente un deterioro en nuestros parques? Puede que la razón sea la falta de unas infraestructuras adecuadas, no lo sé. El caso es que jardines que fueron diseñados sin tener en cuenta a las mascotas son ocupados cada día por el humano y su animal, y desgraciadamente sin miramientos por las zonas acotadas.

Resulta difícil compatibilizar plantas y animales en un mismo espacio
Durante mi jornada me encuentro con frecuencia perros escarbando o brincando entre las plantas, incluso por ir buscando un juguete lanzado por el propio amo. Las palabras entonces se me articulan solas, no puedo remediarlo -¿no ves que lo estáis destrozando todo?-. Los paseos con el animal atado tampoco son menos dañinos si el paseante complace y lo deja marchar por el verde a su antojo.
Se repiten cada día las mismas actitudes. Ni siquiera la cercanía del jardinero consigue incomodarles, aún cuando nos hallemos restaurando un parterre antes diezmado por tales circunstancias. ¿Quiere decir esto que no tienen la sensación de estar obrando de mala fe? Pues eso parece a todas luces; tal vez entonces haya esperanza.
Buscando soluciones
Si es una costumbre tan extendida y además carente de remordimientos, ¿se entiende por lo tanto que es admisible y debe ser tolerada? Yo considero que no -¡solo faltaría!-. Como se suele decir, la falta de conocimiento no exime de la culpa. No ya las plantas, sino todos, continuamos sufriendo las consecuencias de ese mal hábito, aunque solo sea de forma económica. Pero quizás, eso sí, debería abordarse de otra manera.
Entrada relacionada: Mi perro hace agujeros en el jardín, ¿cómo lo soluciono?
Para alguien que carece de la sensación de “estar haciendo algo malo” tal vez la solución no sea la sanción sino educarle. Sería más práctico hacerle ver que esas cosas verdes no son simples matojos sino plantas ornamentales que están allí para el disfrute de todos, y que lamentablemente no aguantan ese trasiego.
La mayoría de especies, excepto unas pocas afortunadas utilizadas como cespitosas, no admiten el pisoteo. Y ninguna que yo conozca tolera las altas concentraciones de amoniaco contenidas en la orina. Por tal razón, y si estamos familiarizados con las costumbres perrunas, podemos suponer las consecuencias.
No te pierdas ningún consejo de jardinería. Suscríbete aquí al blog: recibirás los nuevos contenidos en tu correo electrónico y totalmente GRATIS. Responsable: José Manuel Durán Arjona o bien Jose el jardinero, como tú prefieras. Finalidad: enviarte los nuevos artículos y cualquier otra novedad relacionada con el blog (nada de spam). Legitimación: tu consentimiento al aceptar la política de privacidad. Destinatarios: tus datos los guardará Mailrelay, mi plataforma de email marketing, con servidores en la Unión Europea. Derechos: a acceder a tus datos, rectificarlos, limitarlos o suprimirlos. Para más información consulta la política de privacidad. |
Pero ya no solo es cuestión de educar, también deberían facilitarse mejores alternativas -los perros han de salir a pasear al menos dos o tres veces al día-. Prohibir sin más, sin unas instalaciones dedicadas al ocio de estos perros no serviría absolutamente para nada. Y ya no se trata de construir un “pipi-can” en cada parque, sino de acondicionar zonas amplias donde puedan descargar toda su energía.
La realidad es que ya hay un perro por cada diez habitantes censados en Barcelona. Su tenencia nunca fue anecdótica en nuestras ciudades, pero hoy en día mucho menos. Si deseamos una mejor convivencia, habría que tenerlos en consideración.
¿Y tú qué opinas sobre este tema? Total, quién soy yo para dar en solitario con la solución…
¿Te ha gustado el post?
Hola José Manuel, y a todos… esto de las defecaciones de los perros tiene mala solución. Imaginemos, que una persona hace sus necesidades en la calle, todo el mundo se llevaría las manos a la cabeza, incluso lo denunciaríamos. Los perros lo hacen y no pasa nada. Es más, no se te ocurra decírselo a los dueños, pues puedes salir escaldado e insultado.
En Sabadell, es muy difícil llevar a los niños a los parques, en ellos los perros orinan y defecan, y no es la primera vez que te llevas a los críos llenos de “mierda” por jugar en la hierba.
Es penoso, pero es así.
Creo, que si los dueños de los canes, pagasen los costes de limpiar las calles de sus desechos, o pagasen un impuesto por tener perros las cosas serían distintas.
El espacio publico es de la gente y no de los “dueños marranos” de perros. Esto no gustará, pero ésto solo lo pueden cambiar las personas que no hacen caso del espacio de todos.
Puede que falten infraestructuras, pero quien las paga, los que tienen o los que no tienen perros?
Cualquiera puede tener perro, pero no todos saben cuidarlo ni educarlo.
Gracias a todos.
Un saludo.